REALIDADES
VIRTUALES


En Ranma 1/2 se aprende de consentimiento en el capítulo en el que Mikado Sanzenin, campeón de patinaje artístico de pelea, besa sorpresivamente a Ranma mientras él está en su forma de mujer. Ranma no puede soportar que una persona tenga ese tipo de acercamiento físico contra su voluntad; estando en cuerpo de hombre nunca le había pasado algo así. Él está tan sobresaltado por lo que sucedió que sólo puede ir al baño a llorar para regresar a la pista lleno de rabia, listo para enfrentar a su acosador.

En Slam Dunk se aprende que los hombres son demonios, especialmente cuando son adolescentes, que están llenos de energías oscuras que son muy difíciles de sobrellevar en contextos de masculinidad tóxica donde deben enfrentarse a altas expectativas sociales. Cada partido de la serie es una coreografía diabólica en la que cinco jovencitos por lado llevan sus cuerpos al extremo para intentar exorcizar las energías siniestras que tienen dentro.

En Neon Genesis Evangelion se aprende sobre depresión. En una sociedad donde la salud mental es la última de las prioridades, esta obra nos enseñó a empatizar y a entender la importancia de cuidarse la cabeza, aunque sea necesario gritar pidiendo ayuda desde el centro del mundo (世界の中心でアイを叫んだけもの). Comprendimos el problema de Shinji de desear la aprobación del resto y al mismo tiempo sentir terror de la interacción social. De Misato Katsuragi aprendí a ser hermosa, inteligente y profesional, porque ella encarnó lo que hacemos prácticamente todas las mujeres trabajadoras que cada día nos levantamos a ser excelentes, a pesar de lo dolorosa que pueda ser la realidad.

En Dragon Ball Z se aprende a ser fuerte, a mirar siempre hacia delante como Gokú y a hallarle un sentido al acto de desafiar los límites de tu propia naturaleza, cultivando una enorme fuerza interior mediante el entrenamiento, el aprendizaje y la disciplina. La fórmula de Gokú es inspiradora porque lejos de convertirlo en un individualista, lo sitúa como un gran tipo: tranquilo, aterrizado, rodeado de amigos y amigas, que además ha salvado el mundo ya varias veces.

En Ghost in the Shell se aprende que cambiar de cuerpo es una posibilidad, que las fronteras entre lo vivo y lo supuestamente inerte pueden difuminarse.

Ghost in the Shell es una historia situada en un escenario futurista en el cual agentes de seguridad nacional están buscando a un peligroso hacker que es capaz de manipular los cuerpos humanos a su antojo. En el universo de este manga, los agentes son capaces de modificarse a sí mismos con prótesis tecnológicas que les permiten extender sus capacidades físicas y mentales. En consecuencia, éstos se pueden considerar cyborgs, el concepto desarrollado por Donna Haraway que es definido como “un híbrido entre máquina y organismo, una criatura de realidad social y a la vez una criatura de ficción”.

Al principio, los agentes sospechan que el hacker es una persona de habilidades muy avanzadas, sin embargo, a medida que la historia avanza, se revela que el hacker no es un ser humano, sino una especie de virus fantasmal cuyo objetivo es habitar un cuerpo que sea capaz de morir. Quien hospeda al virus al final de la historia es la agente Motoko Kusanagi, mujer cyborg maravillosa que durante toda la trama recorre un camino en el que cuestiona su propia humanidad y visualiza en esta fusión una posibilidad posthumana que le dará acceso a nuevos entendimientos sobre esta vasta red de emociones y tecnologías que es nuestro universo.

Todas quienes nos hemos educado con estas influencias del manga y el animé, tenemos implantadas para siempre las semillas de un pensamiento disidente al mandato cultural guiado por Estados Unidos. Mientras las clases altas del país invertían en llevar a sus hijos a Disney, en las periferias de Santiago experimentábamos influjos muy distintos mediante el adoctrinamiento inconsciente de mirar una y otra vez las temporadas de las series de animé más famosas que daban por televisión abierta, y que después estaban disponibles para comprar pirata en las ferias y en los persas.

Una vez un vocalista de una famosa banda hardcore chilena me dijo: “si le dedicas tu arte a los niños y adolescentes, ellos te van a seguir toda la vida”. Ese es el poder de todo acto de iniciación, para bien o para mal. Es para siempre. Es la primera vez que caminaste de la mano con ella por el Parque Forestal. Es la primera vez que hicieron el amor horas antes que él tuviera que ir al aeropuerto a tomar un avión. Es el momento en que sentiste tanto enamoramiento que lo miraste a los ojos y le dijiste: vivamos juntos en esta ciudad para siempre.

Todo evento significativo en la vida de una persona o de una comunidad dialoga con los poderes latentes de la iniciación que deben ser activados por instancias colectivas. Un mundial de fútbol es un momento en el que todos los mundiales que has visto en tu vida forman una constelación. En la revuelta popular chilena habitan Naruto, Pikachu y unas cuantas genkidamas masivas. Un amor importante implica entrelazar dos historias de infancia y convertirlas en una alianza en la que toda singularidad queda de lado.

¿Cuáles son los elementos iniciáticos que tendremos que encender para enfrentar el impredecible siglo veintiuno? ¿Qué forma tomarán nuestras alianzas con las máquinas automatizadas, los animales no-humanos y la naturaleza rebelde? ¿Amistad con gatos que vengan del futuro como Doraemon? ¿Romances ínter-temporales que acontecen en los sueños como en Kimi no Na wa? ¿Mujeres-lobas como la Princesa Mononoke?

La idea de alianza es central para los filósofos franceses Gilles Deleuze y Félix Guattari; ellos utilizan este concepto para explicar la instancia de “convertirse en el otro”: aquel momento en el que, excediendo nuestra individualidad, podemos movernos hacia algo nuevo que desafía las escalas y nociones de lo social y culturalmente impuesto. Una idea que resuena con los personajes de Ranma 1/2 y sus metamorfosis ínter-especie; con Hanamichi Sakuragi en su viaje casi chamánico que va desde ser un patán irascible hasta convertirse en un deportista; con los Eva de Neon Genesis Evangelion, máquinas ultrapoderosas que sólo pueden entenderse con niños, uno de los grupos humanos más ignorados de la sociedad; y con todas las veces en las que Gokú vuelve de la muerte, como si nos quisiera indicar que el binario morir/vivir también se puede desafiar.

En el caso de Ghost in the Shell, la fusión entre virus y mujer cyborg funciona como una metáfora de este concepto de alianza, y es posible extender esta metáfora a cada ocasión en la que quisimos estar amalgamadas con alguien o algo a un nivel de tal intensidad que incluso deseamos la metamorfosis. El cosplay como cristalización de la hibridación entre dos organismos, el hechizo irresistible del olor de un bosque después de la lluvia, o la adoración a un quiltro rebelde y legendario como la forma en que el deseo colectivo traspasa no sólo las fronteras inter-especie, sino también el margen que separa la vida de la muerte.

Haber experimentado una iniciación japonesa es un tesoro en un planeta en el que Estados Unidos padece una irreversible decadencia. La clase media prefiere mirar a Japón y esa mirada está en todas partes de esta ciudad tapiada con planchas de cholguán, aluminio y millones de rayados. La clase alta mirará con extrañeza, con mayor o menor simpatía, pero nunca entenderán que hay algo revolucionario que habita dentro de nosotros, no sólo la transformación en los medios de producción, sino que también la emancipación de la mente.






Texto escrito por DANAE TAPIA para la edición 59 de la revista JOIA